lunes, 22 de septiembre de 2008

Financiación

Una columna de "El Periódico de Cataluña" de hoy, 22 de septiembre de 2008 (*), sostiene que si los ciudadanos de Cataluña hubiesen sido informados de que la financiación de la Generalitat dependía del nuevo Estatuto de Autonomía, la participación en el referéndum no hubiera sido tan baja. Concluye pidiendo una movilización de la sociedad civil para lograr una financiación justa.

Realmente, es un error creer que la financiación dependía del Estatuto. Muy al contrario, el nuevo Estatuto es el principal obstáculo para que Cataluña logre una mejor financiación.

En efecto, el Estatuto pretende establecer una relación bilateral entre Cataluña y el Estado, lo que constituye un régimen privilegiado, además en el sentido etimológico del término: un privilegio es una ley especial para un determinado sujeto o grupo. Y éso es exactamente lo que pretende establecer el Estatuto, tanto en general como específicamente en materia financiera: establecer un régimen para Cataluña por negociación bilateral con el Estado, mientras las restantes Comunidades Autónomas (salvo el País Vasco y Navarra, cuyo régimen financiero viene determinado por la propia Constitución) han de sujetarse a una negociación multilateral.

Evidentemente, esta pretensión de obtener un régimen privilegiado solivianta a las demás Comunidades que difícilmente pueden aceptarla. En cambio, una mejor financiación dentro del marco fijado por la LOFCA (modificándola o sustituyéndola) encontraría menos resistencia, sobre todo ante el argumento del cambio de condiciones determinado por la inmigración y el consiguiente aumento de la población.

Pero, tal como ha sucedido durante todo el pujolismo, en Cataluña es más importante obtener el reconocimiento de la diferencia, que sólo puede servir para fundamentar una futura independencia, que conseguir definir y ejecutar las políticas que mejor sirvan a los ciudadanos, que es la esencia de la autonomía. Por ello se opta por un Estatuto inaceptable (el aprobado por el Parlamento de Cataluña) antes que por una mejora de la financiación.

Quizá por ésto los ciudadanos están perplejos. Porque los políticos anteponen una quimera a las necesidades reales del país y, aun así, abandonan su quimera por los intereses a corto plazo de los partidos (y parece que van a hacer lo mismo en la negociación de la financiación), sin dejar de llenarse la boca con grandes palabras.

*22/9/2008 EL TURNO
Parece obvio, pero no lo es en absoluto
GEMMA Lienas
Los ordenadores y teléfonos de la centralita del CERN se vieron colapsados de mensajes y llamadas de diferentes países el mismo día en que se puso en funcionamiento el mayor acelerador de partículas de la Tierra. Los mensajes eran de este tipo: "Acabo de tener un hijo: por favor, no destruyáis el mundo". Es decir, que una parte de la población del planeta había reaccionado negativamente porque había entendido --malentendido, claro-- que el ingenio físico puesto en marcha en Ginebra serviría para crear un agujero negro que se tragaría el universo, y no para encontrar respuestas a la formación del universo.A menudo, la reacción o falta de reacción de la ciudadanía obedece a esta discrepancia entre lo que realmente pasa y lo que de verdad entiende la gente. Otro ejemplo de este tipo: el Estatut. A la hora de ir a votar, la ciudadanía reaccionó con bastante indiferencia: solo el 48,85% se acercó a depositar la papeleta en las urnas. Es decir, que muchas ciudadanas y ciudadanos de Catalunya entendieron que lo del Estatut no tenía ninguna relación con ellos y se cruzaron de brazos. ¿Habrían reaccionado de igual manera si hubieran comprendido que del Estatut dependía, por ejemplo, la financiación de Catalunya? Lo dudo. Porque la gente sabe contar.Y, si no, solo hace falta decirle que si la pasta que recibía Catalunya resultaba años atrás una cantidad aceptable para sus 6 millones de habitantes, ahora, cuando nos acercamos mucho a los 8 millones de habitantes (según datos de la sanidad pública catalana), resulta claramente insuficiente.O decirles que Catalunya paga al Estado los impuestos que le corresponden, pero que el Estado gasta en Catalunya menos de lo que sería razonable --y así nos lucen las catenarias o las estaciones eléctricas--, con lo cual tenemos un déficit fiscal que se incrementa año tras año. Estaría bien que no solo los políticos, sindicatos y patronal cerraran filas, sino que toda la sociedad civil catalana se volcara para conseguir una financiación justa. Quizá tendremos que colapsar la centralita de la Moncloa con mensajes de este tipo: "He tenido un hijo: no le dejéis sin colegio".

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