sábado, 30 de octubre de 2010

Bilingüismo o monolingüismo

¿Qué es lo que quiere Antoni Puigverd?¿Qué modelo de convivencia lingüística preconiza para Cataluña? El Sr. Puigverd dice que los castellanoparlantes de Cataluña deberíamos compensar a los catalanoparlantes por la política lingüística de los Borbones y de Franco. Dice también que la política lingüística que han seguido los gobiernos catalanes desde la restauración de la Generalitat no puede desarrollarse sin el apoyo de la mayoría castellanoparlante. Y, por último, reclama a los gobernantes un nuevo 6 de octubre.

Los nacionalistas afirman que pretenden conseguir la igualdad lingüística. Para ello, tal como señala el Sr. Puigverd, establecen discriminaciones positivas. Y se quejan cuando, como ha sucedido con la sentencia del Tribunal Constitucional que excluye que el catalán sea declarado lengua preferente de la Administración municipal barcelonesa, se limitan estas discriminaciones.

Hay aquí, en mi opinión, un engaño consciente, que viene envenenando la política catalana desde hace décadas. El propósito de los nacionalistas (no hablo de CiU solamente, sino de todos los que, desde cualquier formación política parten del dogma de que Cataluña es una nación) es claramente imponer el monolingüismo catalán. O, lo que es lo mismo, expulsar el castellano del ámbito público de Cataluña y, si es posible, también del privado. Pero ningún partido se atreve a reconocerlo públicamente.

Lo reconocen, eso sí, muchos nacionalistas a título personal, por ejemplo en cartas a "La Vanguardia". Los que piden vivir exclusivamente en catalán están abogando por la desaparición del castellano: a no ser que cada cual lleve un cartelito que le identifique lingüísticamente y sólo se dirijan o sólo contesten a quienes se identifiquen como catalanoparlantes, se encontrarán con ciudadanos de lengua castellana y al menos uno de los dos habrá de aceptar la lengua del otro. O ambos utilizarán una misma lengua, o cada uno habrá de dirigirse al otro en su propia lengua y, por tanto, entender la ajena.

Si es así, lo que el Sr. Puigverd propone es que los castellanoparlantes de Cataluña, que somos mayoría según reconoce explícitamente (él y el IDESCAT) apoyemos una política dirigida contra nosotros, que busca conscientemente el predominio de la minoría sobre la mayoría. Y sin contrapartidas: no nos dicen qué ventajas podemos obtener de renunciar a nuestra lengua y adoptar el catalán. Simplemente, alega los pecados de quienes murieron hace muchos años como justificación de una política, y una situación simétrica.

Y, por último, la referencia al 6 de octubre. El 6 de octubre de 1934, el Presidente de la Generalitat, Lluís Companys, declaró el Estat Català, levantándose contra la legalidad de la República española, vigente entonces. Fue un golpe de Estado, que no tuvo éxito por la falta de apoyo en otras partes de España e, incluso, en Cataluña. Lo mismo que, posteriormente haría el general Franco, con mayores fuerzas y con las funestas consecuencias que todos conocemos.

¿Es éso exactamente lo que propone Antoni Puigverd?

sábado, 23 de octubre de 2010

El abrazo de Vergara

Muy interesante el artículo de Juan-José López Burniol en "La Vanguardia" del 23 de octubre, "El segundo abrazo de Vergara". Muy interesante por lo que dice, pero quizá más por lo que no dice, o no dice claramente.

No dice que en Cataluña también hubo carlistas, pero no lograron un acuerdo similar porque no tuvieron el apoyo popular que lograron en Navarra y en el País Vasco. No dice que el nacionalismo es heredero del carlismo, no sólo en su pretensión de restaurar un pasado glorioso (léase mantener el statu quo de antaño), sino mediante un proceso explícito de captación desarrollado, por ejemplo por Torras i Bages.

Tampoco dice que el mantenimiento de los regímenes de concierto y convenio, respectivamente en el País Vasco y Navarra, al amparo de la disposición adicional primera de la Constitución de 1978 fue un intento de acabar con ETA, dando a los vascos un privilegio económico injustificado a todas luces, ya que Álava y Navarra mantenían sus regímenes por su apoyo al bando nacional en la Guerra Civil. Intento claramente fracasado, pues puso de manifiesto la rentabilidad de la violencia terrorista.

Y no dice claramente que si el pacto con el PNV puede significar el fin de ETA es porque el PNV tiene (y ha tenido siempre) la llave que puede encerrar a ETA en el pasado, pero no ha querido usarla en tanto pudiese obtener réditos. Que es cierta la teoría del árbol y las nueces expuesta por Arzallus, según la cual, ETA agitaba el árbol, pero el PNV estaba abajo, preparado para recoger las nueces.

Naturalmente, no dice que en Cataluña sigue habiendo muchos cristinos (ahora se llaman xarnegos) que dificultan , como antaño, un apoyo total a la causa nacionalista y, por tanto, una amenaza suficiente para conseguir lo mismo que los vascos. Y, en definitiva, que sin dos siglos de violencia, es muy poco probable que Cataluña obtenga el concierto que pretenden los nacionalistas.

sábado, 16 de octubre de 2010

Un gitano que paga sus impuestos

El "La contra" del 15 de octubre, Lluís Amiguet entrevista al guitarrista Tomatito. En un momento de la entrevista (al final de lo publicado) el entrevistado dice "Soy un gitano que paga sus impuestos". Y esta frase es el título de la entrevista, que aparece destacado tipográficamente.

Tanto Tomatito como Amiguet encuentran que esta frase tiene un especial sentido. Por éso la pronuncia el primero y la recoge y destaca el segundo. En realidad, la frase completa es "Soy un gitano que paga sus impuestos y está integrado", lo que quizá incorpora un matiz, pero no cambia el sentido general.

"Soy un ciudadano que paga sus impuestos" es una frase que hemos oído en muchas películas, dicha por un ciudadano que se siente o simula sentirse maltratado arbitrariamente por un agente de la autoridad. Frecuentemente ese maltrato obedece a una característica que incluye al ciudadano en una minoría. Entonces tiene el especial sentido de resaltar que lo que cuenta no es esa característica, sino la plena ciudadanía: soy un ciudadano que cumple sus obligaciones y, por tanto, exige pleno respeto a sus derechos; el que pertenezca a una minoría (por raza, religión, lengua, origen, discapacidad, conducta excéntrica) no justifica que se vulneren esos derechos.

El contexto de la entrevista no es, evidentemente, el mismo, pero sin duda quien pronuncia la frase quiere recordar esta idea y así lo entienden el periodista y los lectores. Pero Tomatito no dice "Soy un ciudadano..." sino "Soy un gitano que paga sus impuestos". Resalta, por tanto, dos cosas; que es gitano y que paga sus impuestos.

Que es gitano, es decir, que no reclama ser considerado un ciudadano más, individualizado por su personalidad, su actividad artística, sus ideas, sus sentimientos, sino que para él es importante la pertenencia a un grupo especial, una minoría que ha sido tradicionalmente despreciada y excluida.

Y que paga sus impuestos, cosa menos universal de lo que sería deseable en nuestra sociedad en general y entre los gitanos en particular. En resumen, que está integrado en la sociedad, pero como gitano. Que esta condición no queda restringida a su vida privada, sino que él mismo desea que trascienda a su vida pública.

A mi modo de ver, ésa puede ser una peculiaridad de los gitanos que dificulta su encaje en la sociedad española actual. Quieren mantener una identidad grupal que quizá choca con los principios en que se basa nuestra organización social.

Aunque sin duda estamos lejos de conseguirlo, nuestro objetivo es no hacer diferencias por razón de nacimiento raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social(artículo 14 de la Constitución). Y resulta que los perjudicados por la discriminación quieren mantener viva la diferencia.

¿Como compatibilizar estas dos pretensiones contradictorias? Quizá sea bueno, en primer lugar, hacer explícito lo que cada cual pretende. Los límites de la sociedad, formalizados en las normas jurídicas, son públicos y debemos exigir y exigirnos su cumplimiento. Los gitanos deben determinar si esos límites son compatibles con el mantenimiento de su identidad como grupo. Si no pueden aceptar alguno de ellos, quizá podamos encontrar una solución, pero en ningún caso ésta puede consistir en que sus normas grupales prevalezcan sobre las leyes estatales.

Creo que fue en Lleida donde, para evitar problemas de orden público en que estaban implicados jóvenes gitanos, las autoridades buscaron la intervención de los patriarcas de la comunidad gitana, como aceptando que los gitanos no estuviesen sometidos a las leyes generales, sino únicamente a las suyas propias. Esta discriminación me parece tan inaceptable como la exclusión de los gitanos de cualquier servicio público. Pero está basada en el reconocimiento de los gitanos como grupo diferenciado que, como hemos visto en la entrevista con Tomatito, ellos mismos postulan.

Y, reconocidos como grupo diferenciado, no resulta extraño que la sociedad y las autoridades a través de las que debe actuar y expresarse, los traten (o maltraten) de forma conjunta, como grupo. Es lo que ha hecho Sarkozy: en lugar de aplicar las leyes a los individuos que infringen las leyes, ha tomado medidas contra el grupo al que pertenecen algunos de los infractores.

En definitiva, se trata de una tensión entre dos tendencias contrarias, que también puede verse en otros fenómenos: la que atribuye el protagonismo al individuo y la que pone en primera línea al grupo. Ambas tienen partidarios y detractores. ¿Puede haber un equilibrio, o tenemos que optar necesariamente?¿Tiene una de ellas carácter positivo, siendo negativa la otra? El individualismo, se dice, conduce a la insolidaridad y la pérdida de rasgos compartidos por un grupo. La prevalencia de los colectivos puede conducir a sacrificar los derechos individuales. Quizá sea uno de los debates más importantes de nuestro tiempo.