domingo, 19 de julio de 2009

Bilingüismo

El Idescat (Instituto de estadística dependiente de la Generalitat) ha publicado un estudio según el cual la lengua habitual de los habitantes de Cataluña es, para el 45,6 % de la población, el castellano, para el 35,6 % el catalán y un 12 % declara utilizar habitualmente ambas lenguas.Si atendemos a la lengua de identificación, el primer lugar corresponde al castellano, con un 46,5 %, frente a un 37,2 para el catalán y un 8,8 % de la población que se identifica con ambas lenguas.

Esta estadística muestra la realidad lingüística de Cataluña. En cambio, la realidad política es otra muy diferente. El Estatuto de Autonomía afirma que la lengua propia de Cataluña es el catalán (lo que viene a significar que el castellano es una lengua ajena). La Ley de Educación recientemente aprobada, impone el catalán como única lengua vehicular de la enseñanza, relegando el castellano, la lengua preferida de los habitantes de Cataluña, al nivel de una lengua extranjera. Y esta situación se advierte como normal por un amplio sector de la población, como muestran expresiones como la carta Bilingüisme i català, publicada en "La Vanguardia" del 19 de julio de 2009, cuyo autor parece querer presentar su visión como ecuánime y equilibrada.

La realidad política aludida está dominada por el engaño nacionalista, suscrito por convicción o interés electoral por la mayoría de las fuerzas políticas. Este engaño afirma que la lengua de Cataluña no puede ser otra que el catalán. La argumentación se basa en la idea de que Cataluña es una nación, construida en torno, precisamente, a la lengua catalana.

Evidentemente, puesto que la mayoría de la población de Cataluña no es catalanoparlante, como pone de manifiesto la encuesta citada, esta afirmación no se sostiene. Tampoco es válido el argumento de que en una época pasada Cataluña fue totalmente catalanoparlante, ya que ello implica pretender que los muertos prevalezcan sobre los vivos. Y, sobre todo, porque son los vivos los que eligen la época que les interesa: una vez, Cataluña habló latín y, antes que éso, lenguas prerromanas. Si los muertos han de prevalecer sobre los vivos, ¿no habríamos de acusar a los catalanes medievales de abandonar la lengua de sus mayores?

El nacionalismo es un proyecto: la construcción de la nación catalana, en torno a la lengua catalana. Al servicio de este proyecto se encuentran el precepto del Estatuto, la Ley de Educación y muchas otras acciones de gobierno. La mentira se encuentra en la afirmación de que este proyecto es el único posible, de que es una realidad ineludible.

Una Cataluña catalanoparlante es un proyecto de convivencia, lícito, pero no obligatorio. Puede y debe competir con otros que puedan plantearse, como una Cataluña castellanoparlante, una Cataluña bilingüe o una Cataluña araboparlante. Y serán los ciudadanos de Cataluña los que habrán de decidir, sin quedar vinculados por mitos históricos u otras patrañas. Sólo así se podrá decir que Cataluña es un país democrático.