domingo, 28 de septiembre de 2014

Mis razones contra la independencia

El nacionalismo catalán es el proyecto político que persigue la construcción nacional de Cataluña, es decir, el predominio de los elementos claramente emocionales que, a juicio de los nacionalistas, construyen la identidad catalana: la lengua y la cultura basada en ella, fundamentalmente.

La independencia de Cataluña es, al propio tiempo, la consecuencia lógica y una condición sine qua non de dicho proyecto: una vez Cataluña sea una nación, carece de sentido que forme parte de un Estado en que coexista con otras naciones o, en otras palabras, donde esos elementos identitarios no sean predominantes. Pero también, para conseguir ese predominio es imprescindible eliminar la protección que el Estado español representa para los elementos foráneos, en otras palabras, para la lengua y la cultura españolas (dentro de Cataluña, obviamente).

Para quien escribe estas líneas, nacido en Cataluña de padres no catalanes, educado en lengua castellana, que aprendió el catalán en la edad adulta y vinculado emocionalmente a España, pero también a Cataluña, el proyecto nacionalista y la independencia como consecuencia obligada y herramienta para la consecución de dicho proyecto plantean un dilema: optar por una u otra identidad. Si Cataluña se convierte en un Estado - nación, deberé abandonar parte de mi identidad y asumir como propios los elementos que, a juicio de los nacionalistas, determinan la identidad catalana. Si no quiero hacerlo, seré un extranjero en Cataluña, o deberé emigrar a otro país, donde también seré extranjero, totalmente o, en el caso de España, por mi vinculación emocional con Cataluña.

Las celebraciones del tricentenario de la toma de Barcelona por las fuerzas de Felipe V son una expresión perfecta de esta situación: para los nacionalistas catalanes, los catalanes que apoyaron al archiduque Carlos eran y son los buenos y los españoles eran y son los malos. Ante este maniqueísmo, uno debe optar por el bien o por el mal. Planteado el problema en estos términos, no caben la síntesis o el compromiso.

Pero, naturalmente, si que caben soluciones. En primer lugar, reconocer que estamos en el siglo XXI y que el mundo, Cataluña y España han cambiado. Aceptar nuestra propia responsabilidad ante los desafíos de la vida actual, en lugar de pretender aplicar una receta de hace tres siglos. Reconocer a los demás el derecho a tener sus propios sentimientos, sin pretender en ningún caso imponerles los nuestros. Y, sobre todo, admitir que el mundo no es, ni puede ser perfecto.

Por lo que a mi respecta, me niego a definirme en términos de la Guerra de Sucesión. No quiero renunciar a ninguna parte de mi identidad (si acaso a mis defectos, si forman parte de ella). No quiero imponer a nadie mis sentimientos; sólo que los demás los respeten como yo respeto los sentimientos ajenos.

Hoy mismo, tengo claro que una Cataluña independiente no satisfaría estos deseos, porque el objetivo de la independencia es construir una sociedad no solo distinta, sino contraria a ellos. Por ello soy partidario de que Cataluña siga formando parte del Estado español, aunque ello suponga también soportar elementos que me desagradan.

P.S.: Si alguien lee estas líneas, le ruego que advierta que no aparecen en ellos los términos "nación española", "Constitución", "sagrada unidad de la Patria" u otros similares.