sábado, 16 de octubre de 2010

Un gitano que paga sus impuestos

El "La contra" del 15 de octubre, Lluís Amiguet entrevista al guitarrista Tomatito. En un momento de la entrevista (al final de lo publicado) el entrevistado dice "Soy un gitano que paga sus impuestos". Y esta frase es el título de la entrevista, que aparece destacado tipográficamente.

Tanto Tomatito como Amiguet encuentran que esta frase tiene un especial sentido. Por éso la pronuncia el primero y la recoge y destaca el segundo. En realidad, la frase completa es "Soy un gitano que paga sus impuestos y está integrado", lo que quizá incorpora un matiz, pero no cambia el sentido general.

"Soy un ciudadano que paga sus impuestos" es una frase que hemos oído en muchas películas, dicha por un ciudadano que se siente o simula sentirse maltratado arbitrariamente por un agente de la autoridad. Frecuentemente ese maltrato obedece a una característica que incluye al ciudadano en una minoría. Entonces tiene el especial sentido de resaltar que lo que cuenta no es esa característica, sino la plena ciudadanía: soy un ciudadano que cumple sus obligaciones y, por tanto, exige pleno respeto a sus derechos; el que pertenezca a una minoría (por raza, religión, lengua, origen, discapacidad, conducta excéntrica) no justifica que se vulneren esos derechos.

El contexto de la entrevista no es, evidentemente, el mismo, pero sin duda quien pronuncia la frase quiere recordar esta idea y así lo entienden el periodista y los lectores. Pero Tomatito no dice "Soy un ciudadano..." sino "Soy un gitano que paga sus impuestos". Resalta, por tanto, dos cosas; que es gitano y que paga sus impuestos.

Que es gitano, es decir, que no reclama ser considerado un ciudadano más, individualizado por su personalidad, su actividad artística, sus ideas, sus sentimientos, sino que para él es importante la pertenencia a un grupo especial, una minoría que ha sido tradicionalmente despreciada y excluida.

Y que paga sus impuestos, cosa menos universal de lo que sería deseable en nuestra sociedad en general y entre los gitanos en particular. En resumen, que está integrado en la sociedad, pero como gitano. Que esta condición no queda restringida a su vida privada, sino que él mismo desea que trascienda a su vida pública.

A mi modo de ver, ésa puede ser una peculiaridad de los gitanos que dificulta su encaje en la sociedad española actual. Quieren mantener una identidad grupal que quizá choca con los principios en que se basa nuestra organización social.

Aunque sin duda estamos lejos de conseguirlo, nuestro objetivo es no hacer diferencias por razón de nacimiento raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social(artículo 14 de la Constitución). Y resulta que los perjudicados por la discriminación quieren mantener viva la diferencia.

¿Como compatibilizar estas dos pretensiones contradictorias? Quizá sea bueno, en primer lugar, hacer explícito lo que cada cual pretende. Los límites de la sociedad, formalizados en las normas jurídicas, son públicos y debemos exigir y exigirnos su cumplimiento. Los gitanos deben determinar si esos límites son compatibles con el mantenimiento de su identidad como grupo. Si no pueden aceptar alguno de ellos, quizá podamos encontrar una solución, pero en ningún caso ésta puede consistir en que sus normas grupales prevalezcan sobre las leyes estatales.

Creo que fue en Lleida donde, para evitar problemas de orden público en que estaban implicados jóvenes gitanos, las autoridades buscaron la intervención de los patriarcas de la comunidad gitana, como aceptando que los gitanos no estuviesen sometidos a las leyes generales, sino únicamente a las suyas propias. Esta discriminación me parece tan inaceptable como la exclusión de los gitanos de cualquier servicio público. Pero está basada en el reconocimiento de los gitanos como grupo diferenciado que, como hemos visto en la entrevista con Tomatito, ellos mismos postulan.

Y, reconocidos como grupo diferenciado, no resulta extraño que la sociedad y las autoridades a través de las que debe actuar y expresarse, los traten (o maltraten) de forma conjunta, como grupo. Es lo que ha hecho Sarkozy: en lugar de aplicar las leyes a los individuos que infringen las leyes, ha tomado medidas contra el grupo al que pertenecen algunos de los infractores.

En definitiva, se trata de una tensión entre dos tendencias contrarias, que también puede verse en otros fenómenos: la que atribuye el protagonismo al individuo y la que pone en primera línea al grupo. Ambas tienen partidarios y detractores. ¿Puede haber un equilibrio, o tenemos que optar necesariamente?¿Tiene una de ellas carácter positivo, siendo negativa la otra? El individualismo, se dice, conduce a la insolidaridad y la pérdida de rasgos compartidos por un grupo. La prevalencia de los colectivos puede conducir a sacrificar los derechos individuales. Quizá sea uno de los debates más importantes de nuestro tiempo.

1 comentario:

Daniel Garrido dijo...

Sí, efectivamente es una de las asignaturas pendientes mas acuciantes de la sociedad actual. Pero mucho mas urgente debiera ser revisar cuales son los parámetros por los que "elegimos" a quienes nos gobiernan, ya que desde el presidente comienza el primer "grupo de pertenencia". Y no hay que ser una lumbrera para saber que los valores a tener en cuenta para su elección no son la SABIDURÍA, TOLERANCIA, EQUILIBRIO y BONHOMÍA, sino la mentira, hipocresía, diplomacia e intereses. En definitiva, creo que lo que urge es una revisión de los verdaderos valores que nos guían y deben guiarnos, la construcción de nuevos paradigmas basados en la inevitable interdependencia de la que pretendemos estar aislados y, por sobre todo, enconmtrar la manera de que los intereses, sean grupales o individuales, no sean la base sobre la que se construya nuestra escala social.