sábado, 28 de noviembre de 2009

Excomunión

Tal vez los obispos tengan razón, desde el punto de vista de sus doctrinas, para negar la comunión a los parlamentarios que apoyen la reforma de la ley del aborto.

Pero uno, que ya tiene sus años, recuerda a Pinochet comulgando devotamente, sin que ningún obispo cuestionase su aptitud para hacerlo. Tampoco a Franco se le denegó nunca la comunión, al contrario, entraba en las catedrales bajo palio. Y no creo que nadie ignore que tanto Pinochet como Franco mataron lo suyo. ¿Acaso no se oponen los obispos al aborto en defensa de la vida?

Tampoco recuerdo que la Iglesia católica haya negado nunca la comunión a los etarras o a los curas que les protegían y ayudaban. Y, que yo sepa, ETA ha matado mucho y, a poco que pueda, seguirá haciéndolo.

La Iglesia católica o mejor, la jerarquía católica haría bien comenzando un severo examen de conciencia, a partir de las enseñanzas de Jesús de Nazaret, a quien afirman seguir. Comparando, en primer lugar, si la doctrina que enseñan los Papas y los obispos se adecúa a esas enseñanzas y, después, si la conducta de quienes han dirigido y dirigen la Iglesia se adapta a ellas. En mis tiempos se decía que Dios no hacía acepción de personas, pero parece que la valoración de los pecados atiende mucho a la ideología del pecador y éso es acepción de personas.

Pero, volviendo a la Ley del aborto, hay que recordar qué se discute. Se modifican las condiciones en que se puede provocar la interrupción del embarazo sin que ello constituya un delito sancionado por el Código Penal. Actualmente la ley lo admite en determinadas circunstancias que dejan un amplio margen para la valoración subjetiva (y para las triquiñuelas legales). La nueva ley pretende establecer un sistema de plazos, de forma que el aborto ocasionado antes de que se cumpla un determinado tiempo de embarazo sería legal y el causado después, delictivo.

Los obispos hacen oir sus voces con ocasión de la tramitación de la nueva ley, pero evitan definirse acerca de la materia tratada: no dicen qué ha de castigarse en vía penal como delito, aunque ésa sea la cuestión planteada en las Cortes. Por ello habría que pedirles que se definan: ¿condenan sólo la nueva ley, con su sistema de plazos, o también la antigua?

La pregunta tiene trascendencia. El Partido Popular defiende el mantenimiento de la norma actualmente vigente, es decir, de la licitud del aborto en determinadas circunstancias. A lo mejor, los obispos tendrían que negar la comunión a todos aquellos diputados que admiten que el aborto pueda ser lícito, aunque sea en determinadas circunstancias. Es decir, a lo mejor tendrían que negar la comunión a los diputados y senadores del PP, a no ser que presenten una enmienda a la ley para que el aborto constituya delito en todo caso.

Si así lo hacen, serán al menos consecuentes y no incurrirán en acepción de personas: mantener una ley contraria a la doctrina de la Iglesia debería ser tan inmoral y pecaminoso como aprobar una ley, distinta, pero igualmente opuesta a esa doctrina. Pero oponerse sólo a la reforma resulta útil para no molestar al Partido Popular, que tan útil resulta para monseñor Rouco y sus hermanos en el episcopado.

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