miércoles, 26 de noviembre de 2008

El crucifijo

Pilar Rahola, en La Vanguardia de hoy, miércoles 26 de noviembre de 2008 (El crucifijo, http://www.lavanguardia.es/politica/noticias/20081126/53585993127/el-crucifijo.html) pone en duda la importancia de ese crucifijo que una sentencia judicial ha ordenado retirar de un aula de una escuela pública de Valladolid. Acabe diciendo que si el problema de la educación en España es un crucifijo, estamos salvados.

La presencia de un crucifijo en un aula indica que la educación que en ella se imparte se ajusta a los criterios de la religión cristiana, ampliamente mayoritaria en nuestro país, aun hoy en día (al menos en comparación con otras confesiones). Por supuesto, cada cual puede tener la opinión que desee sobre el catolicismo, pero, en principio, nada hay que objetar a una religión y una ideología ampliamente aceptadas y que tienen tanto peso en nuestra sociedad (los ateos españoles no creen en el Dios cristiano; los anticlericales abominan del clero católico, etc.).

Ahora bien, ¿a quién corresponde decidir si el crucifijo ha de presidir el aula o estar ausente de ella? ¿A quién corresponde decidir cuál ha de ser el sesgo ideológico de la enseñanza que se imparte? ¿A quién corresponde elegir los fines de la educación pública y los medios de la misma?

La Sra. Rahola viene a decir que no tiene importancia que el crucifijo siga en la escuela, ya que hace siglos que está en ella. Pero esa solución conduce a evitar la opción, la decisión. Que la escuela siga produciendo carne de cañón, pues tradicionalmente así lo ha hecho. Que constituya un aparcamiento de niños y jóvenes. Que se limite a formar candidatos a empleos basura, que es lo que hace.

Tal vez sea mejor poner en cuestión el crucifijo y todos los aspectos de nuestro sistema educativo. Que se mantenga el crucifijo en buena hora si, quienes han de decidir, así lo eligen. Pero que se discutan las opciones y sus consecuencias, y se elija responsablemente. ¿Quién? Gobiernos, educadores, padres e, incluso, los alumnos. Todo menos mantener el desastre porque siempre ha sido así.

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