domingo, 5 de octubre de 2008

Esfuerzo

El último debate en el parlamento catalán podría ser esperanzador: tanto Montilla como Mas hablaron de recuperar la cultura del esfuerzo. Podría ser esperanzador, si no lo hubieran dicho dos políticos.

No hay más que ver los criterios que siguen los políticos para cubrir, por ejemplo, las plazas vacantes en el Consejo General del Poder Judicial o en el Tribunal Constitucional: gente obediente, no personas que, a través de su esfuerzo, han obtenido una competencia profesional generalmente reconocida.

La presentación en la prensa de los componentes del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y de la nueva dirección del Partido Popular tuvo una coincidencia: se mencionó la profesión de aquéllas personas que habían aprobado una oposición de campanillas (Abogado del Estado, Registrador de la Propiedad), pero no se dijo nada de la trayectoria profesional de los demás: jurista, economista, empresario. ¿Qué habían hecho, que pleitos habían ganado, dónde habían ejercido, qué empresas habían gestionado?

Se habló mucho de la condición de mujer de la Ministra de Defensa y de su estado de buena esperanza. Pero no se dijo nada de las características que la hacían apta para el cargo: ¿tenía una larga experiencia en política de defensa, por su pertenencia a la Comisión de Defensa del Congreso?¿Tenía experiencia de gestión? No, era mujer y embarazada, y había sido la titular del Ministerio de la Vivienda (que carece de competencias reales) durante un plazo tan breve que no tuvo ocasión de desarrollar política alguna. Parece que para ser ministro basta con ser amigo del líder, tener influencia en el partido...o formar parte de una minoría que conviene proteger.

En cuanto al Sr. Mas, todo lo anterior le es aplicable pero, además, es nacionalista. Es decir, su proyecto político pretende mantener el poder en las manos de la burguesía industrial catalana, que ha perdido sus empresas y, por tanto, su verdadero poder. Quiere, en definitiva, barrar el paso a personas como el propio Montilla, que ha conseguido situarse por medio del esfuerzo, aunque sea en el siempre dudoso campo de la política.

Valorar el esfuerzo significa premiarlo, con dinero y prestigio. Significa reconocer la competencia en quien la tiene, y escucharle, en lugar de halagar a las masas, tengan o no razón. La democracia significa que todos los intereses individuales son iguales, no que todas las opiniones tengan el mismo valor. La conveniencia del experto no es superior a la del lego, pero el dictamen razonado del primero sí lo es frente a la creencia infundada del segundo.

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