sábado, 5 de junio de 2010

Nacionalismo e independencia

En "La contra" de "La Vanguardia" de hoy, sábado 5 de junio de 2010, Lluís Amiguet entrevista a Mauricio Pilatowsky, que define como filósofo e historiador del pensamiento judío. Hacia el final de la entrevista, ambos hacen unos comentarios que parecen proyectarse sobre la realidad de Cataluña hoy día.

Dice Pilatowsky que "...la conviviencia en un Estado se construye sobre la razón, pero la nación se erige sobre el corazón. Podemos discutir con argumentos cómo construir un Estado, pero no el destino de una nación, porque la nación es un sentimiento; por tanto, indiscutible. Y el nacionalismo, su exaltación." Y concluye el entrevistador: "Por eso es más racional la independencia que el nacionalismo."

Al menos en el caso catalán, ambos conceptos están indisolublemente unidos. Porque el nacionalismo no es sólo un sentimiento, sino un proyecto político que tiene por objeto crear la nación catalana. La independencia es un objetivo al servicio de este proyecto: una Cataluña independiente podrá convertirse en nación con más facilidad que una Cataluña vinculada a España.

Si la nación es un sentimiento, es inseparable de quienes experimentan tal sentimiento. Las estadísticas muestran que un sector importante de la población de Cataluña se siente tan catalán como español o más español que catalán; por tanto, el sentimiento nacional está lejos de ser universal.

El sentimiento nacional catalán se estructura en torno a la cultura y, en especial, a la lengua. Nuevamente, las estadísticas nos dicen que el porcentaje de castellanoparlantes supera, en Cataluña, al de catalanoparlantes. Difícilmente podemos sostener la plena identificación de los ciudadanos de Cataluña con el sentimiento nacionalista.

El proyecto nacionalista, pues, pretende la extensión del sentimiento nacionalista a toda la población de Cataluña. Su plasmación en la realidad ha de ser el predominio de la lengua catalana, en sustitución de la española, y la vinculación con la cultura catalana con exclusión de la influencia española. La independencia de Cataluña ha de ser un instrumento para evitar esta influencia, para cortar los vínculos lingüísticos, culturales y emocionales con España, a fin de desembocar en la nación catalana, la universalización del sentimiento nacionalista.

Este proyecto se manifiesta en la expresión "construcción nacional de Cataluña", que repiten los nacionalistas de diferentes partidos, ocultando (o tal vez ignorando) que con ello están negando su dogma fundamental: si es preciso construir Cataluña como nación, es evidente que Cataluña no es, todavía, una nación.

El proyecto nacionalista puede ser, o no, compartido. Expresado en los términos anteriores, nada hay que sea reprochable, como no lo hay en proyectos alternativos, como una Cataluña bilingüe o una Cataluña castellanoparlante: en una democracia, deciden los ciudadanos.

Pero hay objeciones desde otro punto de vista: fundamentalmente, que no se reconozca como un proyecto de futuro, que puede ser aceptado o rechazado por la ciudadanía, sino que se pretenda presentar como una realidad incuestionable. De acuerdo con los términos de la entrevista de "La contra", que el sentimiento nacional se postule como el único aceptable y, por tanto, se pretenda imponer desde el poder político.

La acción política, en Cataluña, consiste básicamente en extender el sentimiento nacionalista actuando en todos los ámbitos: la educación, la cultura, el comercio, la Administración, los medios de comunicación... Todo ello pagado por todos los ciudadanos, compartan o no ese sentimiento y actuando como si, en vez de optar por una alternativa entre varias, se estuviese siguiendo una ley cósmica. Se pretende modificar una sociedad en un sentido muy concreto, sin declararlo, ocultando los fines que se pretenden. Eso, cuando menos, no resulta muy honrado. Y, tal vez, un día los ciudadanos se darán cuenta y se sentirán engañados.

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