lunes, 1 de febrero de 2010

Inmigración

No es cierto, como dice hoy en "La Vanguardia" Josep Miró i Ardèvol ("La inmigración como problema") que la inmigración sea un problema. La inmigración es una solución.

Lo que cabe preguntarse es si la inmigración es la mejor solución (o la menos mala). O, incluso, si es posible otra solución. En este sentido, es mucho más realista el artículo de Antoni Puigverd, en el mismo diario. http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100201/comentarios_53881432039-1.html

La inmigración ha sido la respuesta que ha dado la economía española (incluida la catalana, Sr. Puigverd) a los retos del siglo XXI. Los empresarios querían seguir compitiendo como siempre lo habían hecho, a base de reducir los salarios, como única forma conocida de aumentar la productividad. Y, ciertamente, lo consiguieron, de forma que, como decía José María Aznar y podía haber seguido diciendo José Luís Rodríguez Zapatero, "España iba bien".

Y la inmigración suplió el deficit de natalidad de nuestro país, contribuyendo a compensar, sobre todo en las previsiones, la disminución de contribuciones a la Seguridad Social.

Ahora bien, la inmigración produce tensiones y esas tensiones pueden desembocar en problemas. El citado artículo de Puigverd expone varios de ellos de forma ejemplar. No menciona otros, alguno fundamental, como es que, ante una inmigración descontrolada, el exceso de recién llegados no absorbido por el mercado laboral sólo puede sobrevivir al margen de la ley, en la economía sumergida (lo que, en definitiva, es la razón de que no se quiera regular verdaderamente) o en la delincuencia (lo que ya no es tan deseable).

Pero, sobre todo, la inmigración cambia nuestra sociedad. Los inmigrantes, que se hacen cargo de los trabajos más duros por un sueldo mínimo y sin recibir ayudas reales por parte del Estado, no tienen por qué integrarse en la sociedad española (y catalana, Sr. Puigverd). No tienen por qué asumir nuestras costumbres y valores, sino, muy al contrario, aportan sus costumbres y valores a la sociedad de la que ellos son una parte creciente.

Éste es el problema real: queremos que nos estén agradecidos y, en prueba de agradecimiento, abandonen su lengua, sus valores, sus costumbres, su religión o su forma de vivir su religión, y adopten las nuestras. Y ellos no quieren, sencillamente por que no nos lo deben, porque no les hemos dado nada que ellos no hayan pagado con su trabajo.

Los nacionalistas, como el Sr. Puigverd, todavía están tratando de imponerse sobre los inmigrantes de décadas pasadas y sus descendientes. Todavía están tratando de convencer a los charnegos de que ellos, los nacionalistas catalanes de toda la vida, son los amos del cortijo y los inmigrantes o sus descendientes, para ser admitidos, deben convertirse a la verdadera fe del nacionalismo catalán y defender los valores y los intereses de la burguesía catalanista de toda la vida.

No lo han conseguido y, tal vez, nunca lo consigan. Pero no por la resistencia de los mentados charnegos, que casi están convencidos y, como prueba, basta ver al actual Presidente de la Generalidad. Ahora los que no querían convivir con andaluces o extremeños tienen que tragar la presencia de mogrebíes, pakistaníes, sudacas y negros varios. Y éstos acabarán venciendo por razones sencillamente demográficas.

Este es, a largo plazo, el problema de la inmigración. ¿O es el problema de los nacionalistas?

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé de donde saca tantas conclusiones erróneas sobre el artículo de Puigverd. Creo que usted lo lee con prejuicios y que lo prejuzga. Lo etiqueta. Es injusto con el, uno de los pocos articulistas que intenta sobrevolar el partidismo y pensar con voz propia