domingo, 11 de abril de 2010

Cataluña,¿tierra de acogida?

El Director de "La Vanguardia" insiste hoy en el mito de Cataluña como tierra de acogida "generosa, pero no ilimitada" ("Vic de nuevo").

Esta idea podría expresarse diciendo que Cataluña ha acogido en su seno a gentes de otras tierras obligadas a abandonarlas a fin de ganarse el sustento, dándoles trabajo, dignidad y futuro. Así, Cataluña y los catalanes se ven generosos, solidarios y abiertos y, por tanto, con derecho a recibir el agradecimiento de los inmigrantes.

Pero quienes así se ufanan de su bondad olvidan que los inmigrantes vinieron y vienen a Cataluña porque aquí eran y son necesarios. Porque los empresarios catalanes necesitaban y necesitan mano de obra barata para seguir enriqueciéndose. Porque hay trabajos que los catalanes no quieren hacer, o sólo harían si se les pagase mucho más de lo que cobran los inmigrantes.

Cataluña y los catalanes no han dado nada a los inmigrantes y, ahora mismo, poco o nada les dan. Lo que obtienen los inmigrantes es la contraprestación de su trabajo y, por tanto, nada deben. Y, si hay muchos que obtienen beneficios sociales a los que no se han hecho acreedores mediante una cotización a la Seguridad Social, quizá ello se deba a que la economía sumergida les conviene a algunos empresarios, y también les interesa tener una reserva de mano de obra barata para apelar a ella en caso de necesidad, por lo que no son partidarios de regularizar a estos inmigrantes o de expulsarlos del país (y el Sr. Antich parece insinuar esto mismo al decir que las autoridades prefieren esconder la cabeza bajo el ala, antes que plantear seriamente un debate sobre la inmigración).

Estos mismos empresarios son los clientes preferentes del nacionalismo, opción política que puede resumir su ideología, parafraseando la doctrina Monroe, en la expresión "Cataluña para los catalanes". En efecto, el nacionalismo sigue pretendiendo combatir la influencia de las oleadas migratorias de finales del siglo XIX y de todo el siglo XX, procedentes fundamentalemnte de otras regiones de España, que amenazan el statu quo tradicional y, en definitiva, el predominio de la burguesía catalana de toda la vida.

El mito de Cataluña, tierra de acogida, pretende justificar el objetivo final del nacionalismo: como muestra del agradecimiento a que hacíamos referencia, los inmigrantes deberían adoptar la lengua, la cultura y los valores de los catalanes de toda la vida, renunciando a los propios y defendiendo, en definitiva, los intereses de esa misma burguesía catalana que pretende seguir mandando indefinidamente.

Esta política va, claramente, contra la historia y, por tanto, a medio o largo plazo está condenada al fracaso. Los inmigrantes, los de antes y los de ahora mismo, saben muy bien que no les han regalado nada, que nada deben a los que se enriquecieron con su trabajo y su desarraigo, que todo se lo deben a ellos mismos, a su decisión, a sus deseos de prosperar y a las penurias que han debido afrontar. Y, un día, pueden exigir la cuota de poder que quieren negarles.

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