jueves, 6 de agosto de 2009

Políticos

Arturo Pérez Reverte ha plasmado perfectamente lo que probablemente sea el sentimiento compartido por una amplia capa de la población española respecto de los políticos que padecemos. http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=4307&id_firma=9091

Sorprende, sin embargo, que diga que hace veinte o treinta años él admiraba a los políticos de entonces. Hace treinta años gobernaba la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. Hace veinte, el Partido Socialista Obrero Español, dirigido por el tándem Felipe González - Alfonso Guerra. Sobre todo éste último gobierno se vió salpicado por buen número de casos de corrupción que, finalmente, tuvieron buena parte en el vuelco electoral y el triunfo del Partido Popular de José Mª Aznar.

Sin embargo, creo que todos estábamos convencidos de que, incluso con sus casos de corrupción, aquellos gobiernos trataban de trabajar por el bien común (y por el suyo; todo el que trabaja lo hace, en definitiva, por ganarse la vida). Unos cuantos socialistas, qué duda cabe, aprendieron a utilizar el poder para beneficiarse personalmente, más allá de lo que permite la Ley. Pero el Gobierno, los gobiernos, además, trataron de llevar a la práctica las ideas que tenían acerca de la mejor gestión de los intereses generales. A veces, esas ideas podían ser insensatas; otras, su puesta en práctica resultó nefasta. Pero ése es el riesgo de la democracia: elegimos a quien nos parece que ha de hacerlo mejor, nos podemos equivocar y nunca sabemos realmente si nos hemos equivocado (nunca sabemos qué hubiera hecho realmente el otro).

Los políticos de hoy, en cambio, han olvidado completamente el interés público y se limitan a hacer lo que creen que les ha de beneficiar, personalmente o al partido. Son incapaces de pensar en las consecuencias de sus actos para los ciudadanos que, pacientemente, les votamos (o no) y, con seguridad, pagamos sus sueldos, sus escoltas, sus guateques, sus viajes, sus coches oficiales y los medios de comunicación que les dan la sensación de ser personas importantes.

El Gobierno no tiene empacho en negar una crisis evidente y creciente, sólo porque le interesaba electoralmente y, cuando la admite, sus medidas no se dirigen a combatir o paliar la crisis, sino a preparar las elecciones. Y la oposición, si hace algo, es sólo para desgastar al Gobierno, o sea, para lograr acceder al gobierno.

No es de extrañar que añoremos aquellos tiempos en que los políticos hacían como todo el mundo: trabajar en beneficio propio (todos queremos el sueldo que nos pagan para vivir lo mejor posible), pero conscientes de que ello implicaba atender a los intereses del pagador. Ahora, los políticos quieren que les paguemos el sueldo sólo por ocuparse de sus propios intereses. Y un día nos podemos cansar.

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