viernes, 12 de junio de 2009

Economía española

Hoy, 12 de junio de 2009, los medios de comunicación recogen dos noticias muy diferentes. Por una parte, el nuevo hombre fuerte del Real Madrid, Florentino Pérez, está comprando nuevos jugadores para su equipo a precios desorbitados. Por otra, una cuarta parte de los escolares catalanes termina el ciclo básico sin tener los conocimientos mínimos para afrontar la ESO con ciertas garantías de aprovechamiento. A mi juicio, ambas noticias están conectadas y arrojan un balance desolador.
El precio pagado por Cristiano Ronaldo (y por Kaká) pone de manifiesto lo que se valora en nuestro país. Esas inversiones multimillonarias se dirigen al negocio del deporte - espectáculo y retribuyen unas condiciones naturales excepcionales. Y aun cabe añadir que las decide un magnate de las empresas de construcción.
Dicho de otra forma, no se dirigen a un negocio basado en el conocimiento y la utilización de las nuevas tecnologías. No retribuyen el esfuerzo prolongado, la formación primero y el trabajo después que producen sus frutos a largo plazo. Y quizá, en el fondo, busquen resucitar el palco del Bernabéu como centro de negocios basado en los contactos personales y las relaciones privilegiadas, con el suelo como materia prima y los favores como moneda de cambio.
El descuido de la formación es la consecuencia lógica de la economía que hemos elegido o, mejor, que han elegido los empresarios y los políticos españoles. Una economía basada en una élite formada por nacimiento, a la que se permite acceder a unos privilegiados que tienen condiciones excepcionales de algún tipo, que se reparten la riqueza, y una base social destinada a desempeñar funciones poco cualificadas a cambio de una retribución mínima. Una mayoría de trabajadores fungibles cuya esperanza de promoción social es prácticamente nula.
Algunos cuadros se necesitan, profesionales con cierto nivel de formación. Pero pocos en número y de un nivel muy limitado, dada la escasa complejidad de las tareas que se les piden y, en consecuencia, poco retribuidos. El sistema escolar los produce en número más que suficiente no sólo para proveer al mercado, sino para asegurar una competencia que baje los precios.
Hace un tiempo me contaba un amigo separado que su hija no estudia y que la familia materna le dice que si no le gusta estudiar, no importa, que podrá trabajar de dependienta o cajera de un supermercado, con lo que anulan los esfuerzos del padre por convencerla de que de su formación depende su futuro.
Este ejemplo, que creo representativo, dice mucho de la situación española: no creemos en la compensación del esfuerzo invertido en formación. Los familiares de la hija de mi amigo, creen que, estudie o no, sólo conseguirá un trabajo mal pagado o que la diferencia que obtendrá estudiando no compensará el esfuerzo, y eso si la consigue, si no se ve obligada igualmente a desempeñar un trabajo que nada tenga que ver con su formación. Y lo malo es que probablemente tengan razón.
Si no apostamos por una economía basada en el conocimiento y, coherentemente, retribuimos ese conocimiento, no estaremos fomentando la formación, el aprendizaje como forma de obtener el conocimiento. Si el padre, cualquiera que sea su nivel de formación, está condenado a ser un mileurista, no impulsará a su hijo a formarse y, si lo hace, el hijo sólo tendrá que decirle que se mire en el espejo para convencerle de que le deje en paz.
Y, si alguien tiene dudas acerca de la necesidad de cambiar nuestra economía y dirigirla hacia el conocimiento y las tecnologías, que observe la actual crisis: en España es especialmente grave por haber apostado por la construcción y el turismo, basados en recursos limitados y susceptibles de degradación y por los bajos salarios como ventaja competitiva fundamental, en la que hemos sido ampliamente superados por los países en desarrollo.
La actual crisis fue, en gran medida, prevista por los agoreros que hace diez años hablaban de la burbuja inmobiliaria. No les hicimos caso. ¿Seguiremos haciendo oídos sordos, ahora a la necesidad de apostar por la formación (y retribuirla)? El resurgimiento de Florentino Pérez parece indicar que sí. Así nos va.
P.S.: ¿Por qué ha desaparecido de La Vanguardia.es toda referencia a la noticia sobre el fracaso escolar?

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